martes, 26 de julio de 2011

Philly, Eye of the Tiger

Philadelphia se parece a Castellón. Es imposible encontrar a algún humano extraviado deambulando por sus calles un domingo por la tarde. Todo está cerrado. El comer o tomar algo en el día del Señor puede tornarse una auténtica misión suicida.

Para ser justos, diré que el pasado fin de semana sufríamos una ola de calor que alcanzó temperaturas de 35 grados, aunque la sensación térmica, ‘gracias’ a la humedad, superaba los 45. Y, aunque Philly no sea ninguna maravilla, la visión in extremis que de ella tuve el pasado sábado quizá se debiera al poco agradable clima que nos compañó.

El nombre de la ciudad, elegido por William Penn (quien a su vez dio nombre al Estado de Pensylvannia por ser su propietario) significa "la ciudad del amor fraternal" (compuesta de philos (φίλος) "amor", y adelphos (δελφός) "hermano"). Ésta, junto con Boston, es la ciudad histórica de EE.UU por excelencia. La quinta ciudad de EE.UU., con millón y medio de habitantes, es, por tanto, la cuna de la 'civilización' americana. En Philadelphia se firmó la declaración de independencia en 1776. También la Constitución americana, Carta Magna cuyas enmiendas parafraseaba Melanie Griffith en el remake de una película que me encanta, Nacida Ayer.

La ciudad está llena de curiosidades escultóricas. Para empezar, los bustos desproporcionados de su personaje ilustre: Benjamin Franklin, que parece sacado de una procesión de enanos y gigantes. El siguiente elemento llamativo es la estatua a Juana de Arco, filadelfiana de toda la vida, y, para rematar, la reproducción en piedra de Rocky Balboa a los pies de la escalera que conduce al Museo de Arte y conocida como" los Pasos de Rocky " ya que es donde Silvestre Stallone llevaba a entrenar al famoso boxeador.

A parte de las esculturas de los personajes ilustres, lo cierto es que en la ciudad con nombre de queso hay un par de cosas destacables. El Ayuntamiento es precioso y en el casco histórico (por llamarlo de alguna manera) destaca el área de la Society Hill con la Elfreth’s Alley, la que dicen es la calle más antigua de Estados Unidos.


El patriotismo exacerbado se concentra en el Independence National Historic Park que alberga el Independence Hall -donde se firmó la declaración de independencia de EE.UU.- con sus bonitas salas reconstruidas y sus guías ultra nacionalistas de los que huí, y el Liberty Bell Center, con la famosa Campana de la Libertad de la que yo no tenia ni idea y que tampoco vi porque había como dos horas de cola y me parecía un insulto. Pero vamos, que para el que le interese allí está.


Philadelphia, cuna de la historia americana. Lugar en el que se fundó Estados Unidos como país tras la declaración de independencia, peregrinaje obligatorio para los seguidores de Rocky Balboa. Ciudad natal del principe Bel Air. No hay más.

Sábado








Cosas de NY que despiertan mi instinto homicida

(Por orden de odio)

1) Gentuza que estando detrás de ti y viendo que vas a salir por la misma puerta te aparta de un codazo musitando 'excuse me' y te pasa por delante.

2) Personas no humanas y muy lerdas que se quedan en la puerta de entrada y salida del metro obstaculizando el libre tránsito.

3) Estúpidos que ni se molestan en intentar esquivarte y te hacen unos cruces que ni en un rally.

4) Los pijos hipsters fashion-underground-vintage de Williamsburg y la imposibilidad de bajar a comprar una barra de pan en mi barrio en chándal un domingo por la mañana.

5) Neoyorquinos que te dicen que tal pizza, tal cheesecake o tal barra de pan son las mejores del mundo (y se lo creen).

6) Americanos con complejo de Dios a lo libertador de los pueblos.

7) La idea popularizada de que aquí se progresa por méritos propios cuando el único hobby que se practica es el networking.

8) La sociedad super high-tech y las aplicaciones I-Phone, me fascina que alguien quiera saber el momento en que la Estación Espacial Internacional se cruza en su camino a través del móvil.

9) Gente que exclama que NY es el centro del mundo.

10) Mormones que creen que Jesucristo era americano y que los nativos eran blancos pero que la furia de Dios les hizo pieles rojas.

11) Ultras que no creen en la teoría de la evolución de Wallace y Darwin y si en que los dinosaurios y los humanos convivieron. Es decir, que creen en los Picapiedra pero no en la ciencia.

12) Que los judíos te digan que los palestinos tienen un buen gabinete de Relaciones Públicas y de Comunicación.

13) Americanos que leerán la línea anterior y me acusaran de antisemita ‘sin ser yo nada de eso’.

14) Afroamericanas de, desgraciadamente, baja clase social que te atienden en las tiendas y te perdonan la vida.

15) Midtown, me agobia nada más verlo a las 8 de la mañana.

16) Gente, como yo, que se queja de NY, pero están encantados con esta ciudad :)

miércoles, 20 de julio de 2011

El imperio de la ley

"Estoy listo guardias. Hagamos que el espectáculo continúe"

No todo el mundo es igual en EE.UU. Este país es tremendamente injusto. Hace una semana escasa salieron en prensa dos noticias parecidas pero con desenlaces completamente diferentes. Por una parte, el caso, en Orlando, Florida, de Casey Anthony, acusada y declarada, finalmente, no culpable del asesinato de su hija de dos años. Por otra parte, en El Paso, Texas, el caso de Humberto Leal, acusado y condenado a la inyección letal por violar y matar a una joven de 16 años.

Casey, 26 años, americana, y Humberto, mexicano de 38 años. En los dos estados en cuestión, la pena de muerte está vigente. Pena que, en ocasiones, está en manos de un jurado popular. De un grupo de personas escogidas al azar.

El caso de Casey comenzó en 2008 con la desaparición de la pequeña de dos años y la denuncia, tras varios días, por parte de la abuela materna. Casey, además, entorpeció y mintió en el transcurso de las investigaciones. Lo primero que asombró al público fue que la mujer no se inmutó durante los días siguientes al asesinato de la menor, ni dejó de salir a bares y discotecas. Casey también se contradijo. Primero explicó a la Policía que su hija se encontraba con una amiga que la cuidaba. Después cambió de versión y afirmó que estaba pasando unos días con una niñera. Pero no se supo quién era la amiga ni tampoco la niñera. Otra de las pruebas presentada por los fiscales fue el olor a cadáver que se sentía supuestamente en el coche de la joven, pero la defensa alegó que los análisis forenses realizados para demostrarlo se basaron en experimentos nunca antes utilizados en un tribunal de Estados Unidos.

Tras seis meses las autoridades hallaron los restos de la menor dentro de una bolsa plástico a pocos metros de la casa donde vivió en Orlando con su madre y abuelos. Según los abogados de la defensa, su hija Caylee murió ahogada al caer accidentalmente en la piscina. La familia habría intentado encubrir este hecho simulando un homicidio cubriendo la boca de la niña con cinta adhesiva y arrojando el cuerpo en un bosque cercano a su casa. El abuelo de la pequeña ha negado esa versión. La Fiscalía, por su parte, insistía en que Anthony veía a su hija como un estorbo para poder llevar una vida amorosa y despreocupada.

El jurado sólo la encontró culpable de cuatro cargos menores por proporcionar información falsa a la Policía, cuatro años de cárcel. Casey se libró, así, de la pena de muerte. Al haber sido encarcelada, Casey ya ha cumplido tres años y fue liberada tras el juicio por 'buen comportamiento’.

La mujer, amenazada de muerte estará bajo un programa parecido al de protección de testigos: con una identidad falsa, en un lugar oculto, lejos de todos, incluso de sus padres, con lo que, por cierto, ya no tiene relación alguna.

Humberto Leal fue ejecutado casi por las mismas fechas en las que se produjo la liberación de Casey. Leal había sido condenado por la violación y el homicidio de una adolescente de 16 años en 1994.

Humberto Leal era ilegal. Lo curioso del asunto es que llegó al país con 2 años y murió con 38.Lo indignante es que nadie informo a Leal de la posibilidad de contactar con el consulado Mexicano tras su detención. Es decir, no se permitió que Leal, condenado a muerte por la violación y asesinato de una joven de 16 años, pudiera recibir ayuda.

Obama manifestó su oposición a la ejecución e intervino en el caso de Humberto, preocupado por las consecuencias en las relaciones con México. Aunque é l nada podía hacer ya que en EE.UU. el Gobierno federal no puede forzar a los Estados a acatar leyes de la Corte Penal Internacional. El único que podía mover un dedo era el gobernador conservador Perry.

Texas y, por extensión EE.UU., ha violado la Convención de Viena con esta ejecución, al no permitir que Leal, condenado a muerte por la violación y asesinato de una joven de 16 años, pudiera recibir ayuda del consulado de México. Resulta curioso que ediciones de 'periódicos serios' como The Washington Post informen de cómo los familiares de Leal quemaron una camiseta con la bandera de EE.UU. en Guadalupe (México) antes que de la violación de la Convención de Viena. De hecho, ni siquiera informa de la existencia de esta convención.

Me he preguntado desde entonces que hubiese ocurrido si Casey hubiese sido Mexicana. También se me ha pasado por la cabeza pensar en las consecuencias para México en caso de haber detenido y ejecutado a un estadounidense. Tal y como dijo Humberto: "Estoy listo guardias. Hagamos que el espectáculo continúe".

Simplemente Ana


Ana es un personaje entrañable. No logro imaginarme que haya alguien a la que le pueda resultar indiferente o a la que le pueda caer mal. Es absoluta, es arrolladora, es fuerte y es muy tierna. A Ana le encanta llamar la atención, ponerse modelos imposibles que no dejan escapar nada a la imaginación. A muchas les molesta esa rotundidad, esa seguridad en si misma, yo la aplaudo. A Ana le encanta hablar de ella, de sus cosas, es extrovertida, charlatana y, aunque en ocasiones resulta difícil entrar en su conversación, hacer que se escuche tu voz, mantener el hilo de la historia, Ana siempre me ha escuchado y, sobre todo, siempre me ha aconsejado. El pasado fin de semana fue el último de Ana en NY. Con ella se va la exageración, la honestidad y la espontaneidad de la gran manzana. Con ella se va mi gran amistad de esta ciudad.

La primera vez que la conocí me estaba metiendo canapés a punta pala en un evento de su escuela de negocios. Debió pensar que era una obsesa de la comida e hizo bien porque como se pudo ver con el tiempo, fui fiel competidora de la murciana en lo referente a saque gastronómico.

La familia de Las Heras, tan presente en toda mi estancia internacional, primero en India y luego en Nueva York. Debo confesar que al principio pensé que Ana era demasiado diferente a mí. Demasiada brillantina, música bachatera, rollo latino, posible refregón, discoteca, coches, y todo ese universo que siempre me había sido tan ajeno, es más, que siempre había rechazado por estar fuera de mi onda, demasiado mundana para una tribu urbana tan tipificada, por otra parte. Nada más lejos de la realidad.

Ana es un espejo, sin fisuras, lo que ves es lo que hay. No sabe mentir aunque tal vez si aparentar, hace bien, que una tiene que venderse. Esa frescura, esa espontaneidad, y esa sinceridad se le escapan de los poros de su piel, es lo mejor de ella. Le hace buena persona.

Ana es una niña de papá, mimada y consentida, que quiere cosas fáciles, que quiere pillar atajos. A diferencia de la mayoría de señoritos de familia bien, Ana cosecha simpatías, reconoce abiertamente lo que es. Una fashionista extravagante, quizá con un gusto muy particular, muy Versace minimalista, como diría ella misma, que exagera cuando habla sobre si misma y que es capaz de vestir enteramente del Chinatown complementada con gafas de Oscar de la Renta. Ana es única, precisamente, por tener un Audi comprado por su padre y por haberse ido, al mismo tiempo, a Londres a vivir las penurias de trabajar de camarera con una mano delante y una mano detrás.

El último fin de semana de Ana en Nueva York fue uno de los mejores de los que he vivido aquí. Fue completo. El viernes comenzó con un picnic en un parque mientras veíamos todos tumbados sobre una sábana una película de la que no recuerdo ni el nombre. El sábado siguió con jornada playera en Freeport, Jones Beach, y culminó el domingo con una Boat Party de seis horas, embarcados alrededor de Manhattan.

Ana es de Murcia, destila playa y cachondeo made in La Manga, se pone nerviosa cuando se habla de Calzedonia, le encanta conducir y bailar salsa. Ana es valiente y decidida aunque vulnerable e insegura. Ana es la caricatura del sexo femenino, hay algo de cada una de nosotras que se refleja en ella, por eso es inolvidable y por eso la echare tantísimo de menos.

Megalomanía en D.C

Washington es una pequeña ciudad, además de un Estado en si misma. Nada más llegar me asombró que eso fuera 'la capital del mundo' o, al menos, la capital del imperio actual. La gente en D.C no va correteando con el café en la mano, no te empujan, se apartan, te ceden el paso. Los callejones de esta ciudad no huelen mal, las aceras están impolutas y en el metro no está permitido ni comer ni beber, es más, el transporte público subterráneo tiene hasta moqueta. En el District of Columbia (D.C) no se ven ratas por las calle ni montañas de basura a la puerta de los hoteles de cinco estrellas como ocurre en Nueva York. Washington es el paraíso de los funcionarios, parece estar hecho a la medida para ellos. Una ciudad artificial creada de la nada para albergar las competencias administrativas de EE.UU.

Fuimos para allí a trabajar en la Fancy Food, una de las principales ferias del sector de la alimentación y de la que Moncho y yo sacamos una importante tajada en quesos, aceites, conservas e incluso horchata y quicos (ya que robamos, robamos bien).

Llegamos un viernes, cenamos en Dupond Circle y después nos dirigimos a una fiesta en una de las amplias zonas residenciales de los alrededores (Gracias Miguel y Ane!) barrios de casas ajardinadas de paredes consistentes (las de Nueva York no pasarían ni la prueba del cuento de los tres cerditos). La gente encantadora, el ambiente genial, muchas risas, muy buen rollo, muy social, buena onda. De nuevo, choque con mi referente neoyorquino de los seres individualistas que se mueven a lo alienígena.

No me dio tiempo a hacer mucho turismo, el expolio de comida me llevó más de lo esperado. Me hizo ilusión cruzarme en la feria con mis antiguos compañeros becarios IVEX ya uniformados con sus trajes de personas mayores mientras que Conchi y yo seguíamos trotando como siempre. (Por cierto gracias a Conchi y a Pedro!! por su sesión turística explicativa).

Lo más destacable de D.C, a falta de acudir a Georgetown, son los grandes edificios conmemorativos, (esto es básicamente, grandes santuarios dedicados a expresidentes del país). La megalomanía es la religión de la capital. Bloques gigantescos, mármoles, estatuas, construcciones conmemorativas, grandes obras, gigantes estatuas… una obsesión que recuerda a las grandes obras públicas dedicadas a la exaltación popular de los países comunistas durante la guerra fría.

El National Mall, es una gran explanada al aire libre, y también un parque nacional, rodeado de jardines y de memorials. En uno de sus extremos se encuentra el Capitolio (recordemos esa obra de arte llamada Independence Day) y, en la otra, el Lincoln Memorial y justo en el medio de la gran explanada, el pertinente a Washington ese hombre con nombre de ciudad, o al revés, quien sabe. Imaginémonos una ciudad llamada 'García' o 'Pérez', pues eso. Paseando por allí me imaginaba un Zapatero Memorial en medio del Paseo del Prado de Madrid o una peregrinación de turistas venidos de las cuatro esquinas de España a rendir pleitesía al Suárez Memorial, bien grande, sentado en su trono, rodeado de las consignas de UCD en mármol. Recuerdo que cruce la mirada con Moncho y los dos susurramos un “no entiendo nada”.

Washington me gustó, quiero volver, sobre todo porque con tanta comida (increíble cenar en el Fogo de Chao y la cantidad de quesos que me llevé de la feria) y tanto memorial me faltó poder disfrutar de la fantástica oferta museística que tiene la ciudad y, en especial, del Museo Nacional del Aire y del Espacio de EE.UU. Visita obligada.

jueves, 7 de julio de 2011

Miami, Benidorm en EE.UU.

Sunshine State. Florida. Miami. Cubanos. Reggaeton. Silicona. Tercera edad. Lo primero que vi de Miami me recordó en algo a la costa levantina. Grandes bloques de edificios. Poca clase. Mucho aparentar. Cochazos mezclados con tiendas de souvenirs del todo a cien. Shorts cortísimos. Tetas gigantes. Hasta los maniquís habían pasado por quirófano . Por cierto, hay una filia sexual (la Pigmaliomanía) que tienen aquellos que pueden establecer “una relación” con una figura humana ya sea muñeco, escultura, maniquí. Welcome to Miami Vice.

Miami es un país en pequeño. Un universo en un Estado. Lugar de encuentro y de paso de medio mundo, tanto latino como menos latino. Otra California. Pero, sobre todo, Miami es cubano. En ningún lugar como en la ciudad más poblada de la Florida se puede sentir el laberinto exterior. Es la ciudad más joven de EE.UU. El cuarto núcleo urbanístico de USA gracias a las continuas corrientes migratorias venidas de Cuba. Es, además, la ciudad con mayor población inmigrante de todo el país. El 60% de los habitantes del ‘pasadizo a latinoamerica’ es de origen hispano.

La archiconocida Miami Beach fue nuestro destino. Coches de lujo, en su mayoría Ferraris, se entremezclaban con luces de neón de aspecto decadente. Poca clase. Mucho aparentar. Uno de los souvenirs mas típicos son las camisetas de I’m in Miami Bitch. Pues eso: fiesta, siesta, playa. Eso si, Miami, contra todo pronóstico, me hizo revivir mis días infantiles de playa. El apartamento de Miguel, en primera línea, me recordaba a mis consabidos veranos alicantinos. Comíamos a las 4, después de una larga jornada playera. Hacíamos siestas de 3 horas. No había prisas, solo brisa del mar.

Miami Beach. Mucha crema. Mucho short. Bikinis minúsculos. Ningún topless. Cero tangas. Algo de la doble moral americana se respira en el ambiente. Uno no sabe muy bien si está inmerso en un viaje del imserso o si se va a encontrar de pronto con un grupo de adolescentes en busca de alcohol y polvos gratis. Extremos. La comunidad de vecinos se escandaliza si subes sin pantalones o camiseta a casa pero por la ciudad se pasea con bikini.

A la hora de salir, me tuve que disfrazar con unos pantalones cortísimos prestados. Unas plataformas de diez centímetros. Mucho maquillaje y una camiseta ajustada. El día anterior me habían dicho que iba de estrecha por ir con un vestido largo sin mangas. Me sentía como la reportera de 21 días infiltrándome en la jauría miamibitchera. Al final, no estuvo tan mal. Gente amable, mucho sol, enorme el mar.

Lo cierto es que no hice mucho turismo, no quise esforzarme, llegué por la playa, me quede por el mar. En Miami cumplí una de mis grandes ilusiones, bucear. Más de dos tercios del planeta se encuentra bajo el agua. Yo tuve la oportunidad de ver una pequeña ventana a este mundo acuático en mis cuatro inmersiones en Key Biscayne, donde me saqué mi certificación Open Water Diver. Nadé entre langostas, peces, corales y arrecifes. Vi peces gigantes, otros chiquititos de colores. Bucear me relajó como nada lo habia hecho hasta entonces. Me encantó.

En la barrera conocida como Miami Beach destaca el largo paseo marítimo conocido como Ocean Drive, donde está el barrio Art Decó con sus ‘elegante(x)’ discotecas. También la bonita zona de South Point con sus vistas a la ciudad y la bahía. Miami, con sus 'everglades' y cocodrilos, sus cayos y su rica vida submarina, y con el mayor puerto de cruceros del mundo. Vicio casposo e islas de acceso restringido para millonarios como la Fisher Island. Famoseo, desde Gianni Versace a Jennifer López. Desenfreno heterosexual y homosexual, ya que Miami figura entre el top ten de destinos para el turismo gay de EE.UU. Miami, hogar de un creciente número de comunidades judías ortodoxas. Memorial al holocausto incluido. Miami, título de canciones y de películas, parte del imaginario popular de todo occidental que se precie pero, ¿¿por quééééé??