"Estoy listo guardias. Hagamos que el espectáculo continúe"
No todo el mundo es igual en EE.UU. Este país es tremendamente injusto. Hace una semana escasa salieron en prensa dos noticias parecidas pero con desenlaces completamente diferentes. Por una parte, el caso, en Orlando, Florida, de Casey Anthony, acusada y declarada, finalmente, no culpable del asesinato de su hija de dos años. Por otra parte, en El Paso, Texas, el caso de Humberto Leal, acusado y condenado a la inyección letal por violar y matar a una joven de 16 años.
El caso de Casey comenzó en 2008 con la desaparición de la pequeña de dos años y la denuncia, tras varios días, por parte de la abuela materna. Casey, además, entorpeció y mintió en el transcurso de las investigaciones. Lo primero que asombró al público fue que la mujer no se inmutó durante los días siguientes al asesinato de la menor, ni dejó de salir a bares y discotecas. Casey también se contradijo. Primero explicó a la Policía que su hija se encontraba con una amiga que la cuidaba. Después cambió de versión y afirmó que estaba pasando unos días con una niñera. Pero no se supo quién era la amiga ni tampoco la niñera. Otra de las pruebas presentada por los fiscales fue el olor a cadáver que se sentía supuestamente en el coche de la joven, pero la defensa alegó que los análisis forenses realizados para demostrarlo se basaron en experimentos nunca antes utilizados en un tribunal de Estados Unidos.
Tras seis meses las autoridades hallaron los restos de la menor dentro de una bolsa plástico a pocos metros de la casa donde vivió en Orlando con su madre y abuelos. Según los abogados de la defensa, su hija Caylee murió ahogada al caer accidentalmente en la piscina. La familia habría intentado encubrir este hecho simulando un homicidio cubriendo la boca de la niña con cinta adhesiva y arrojando el cuerpo en un bosque cercano a su casa. El abuelo de la pequeña ha negado esa versión. La Fiscalía, por su parte, insistía en que Anthony veía a su hija como un estorbo para poder llevar una vida amorosa y despreocupada.
El jurado sólo la encontró culpable de cuatro cargos menores por proporcionar información falsa a la Policía, cuatro años de cárcel. Casey se libró, así, de la pena de muerte. Al haber sido encarcelada, Casey ya ha cumplido tres años y fue liberada tras el juicio por 'buen comportamiento’.
La mujer, amenazada de muerte estará bajo un programa parecido al de protección de testigos: con una identidad falsa, en un lugar oculto, lejos de todos, incluso de sus padres, con lo que, por cierto, ya no tiene relación alguna.
Humberto Leal fue ejecutado casi por las mismas fechas en las que se produjo la liberación de Casey. Leal había sido condenado por la violación y el homicidio de una adolescente de 16 años en 1994.
Humberto Leal era ilegal. Lo curioso del asunto es que llegó al país con 2 años y murió con 38.Lo indignante es que nadie informo a Leal de la posibilidad de contactar con el consulado Mexicano tras su detención. Es decir, no se permitió que Leal, condenado a muerte por la violación y asesinato de una joven de 16 años, pudiera recibir ayuda.
Obama manifestó su oposición a la ejecución e intervino en el caso de Humberto, preocupado por las consecuencias en las relaciones con México. Aunque é l nada podía hacer ya que en EE.UU. el Gobierno federal no puede forzar a los Estados a acatar leyes de la Corte Penal Internacional. El único que podía mover un dedo era el gobernador conservador Perry.
Me he preguntado desde entonces que hubiese ocurrido si Casey hubiese sido Mexicana. También se me ha pasado por la cabeza pensar en las consecuencias para México en caso de haber detenido y ejecutado a un estadounidense. Tal y como dijo Humberto: "Estoy listo guardias. Hagamos que el espectáculo continúe".
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