viernes, 13 de mayo de 2011

Judías Pintas

“En Manhattan hay un hombre por cada cuatro mujeres. En la comunidad judía sólo hay uno por cada diez de nosotras”

Esta es una de las primeras frases que escuché nada más aterricé en Nueva York. En ese momento, comprendí una de las verdades fundamentales de la ciudad: pasados los treinta, las mujeres buscan una relación seria con un hombre de su misma comunidad, nacionalidad, religión, ‘grupo’. Aunque para ello tengan que dejarlo todo y volver a su país de origen. En Nueva York sólo se habla de ‘business’ y ‘dates’ pero se ve que lo de sentar la cabeza, ya es otra cosa. Quien me lo iba a decir a mi, Sex and the City no es una serie en clave de comedia, si no un documental sobre Nueva York.

En una de mis múltiples cenas judías, mantuve una interesante conversación con un judío original de New Jersey, descendiente de polacos que huyeron del régimen nazi. Según Eydelman, nuestra historia de amor -a todas luces inexistente- era, en cualquier caso, imposible, aún en el caso de la conversión. “Nunca sería lo mismo, la conversión para nosotros no significa nada porque es meramente una cuestión religiosa. Ser judío es ser parte de una comunidad, de unas raíces conjuntas, de haber padecido una persecución, y de ser todos descendientes de una misma rama. Va más allá del hecho de profesar una misma fe”. Eydelman se declara ateo pero sus hijos serán educados bajo fe judía… Aunque eso no me sorprende tanto, la mayoría de la gente que conozco no son católicos ni creyentes, ni practicantes pero se apuntan al ‘BBC’ completo ‘boda, bautizo, comunión’.

Para esta comunidad el papel de la mujer es fundamental, ya que el judaísmo se ‘hereda’ por vía materna. Por eso resulta tan importante esposarse con alguien judío, preferentemente por ‘derecho de cuna’ no por conversión, como ya me quedó claro con Eydelman. En cualquier caso, ellos lo tienen más fácil ya que disponen de un amplio catálogo de 10 contra 1.

En el judaísmo ultraortodoxo la mujer es, aún, más importante. Para empezar, suelen ser ellas las que trabajan y las que mantienen a la familia mientras los hombres se dedican al estudio de los textos religiosos. Además, a ellas les corresponde también el cuidado de la prole (y la media está en siete hijos). No es nada extraño cruzarse por Nueva York con familias de padres jovencísimos con cinco o seis niños a cuestas. Es decir, sin las mujeres, el sistema de vida de los llamados ‘temerosos de Dios’ se vendría abajo. Sin embargo, y a pesar de ser las responsables de la economía familiar y del cuidado de la casa, son los hombres quienes ostentan la autoridad religiosa. En las sinagogas y en los tribunales rabínicos ellas ocupan un discreto segundo plano.

Otra de las cosas que me sorprendió de Nueva York es ver a mujeres vestidas de negro hasta los pies, con las cabezas rapadas ocultas bajo un pañuelo o con peluca. Judías, averigüé más tarde. Por lo visto, las leyes de la modestia o del recato rigen la vida de las mujeres ultraortodoxas. Dictan cómo deben vestir y cómo y cuándo deben mantener relaciones sexuales con sus maridos, entre otras muchas cosas. Por lo visto, las mujeres casadas deben cubrirse la cabeza y dependiendo de a qué secta o grupo religioso pertenecen utilizan sombrero, peluca o turbante. Sólo en algunos casos –aunque muy numerosos en la ciudad- las mujeres se afeitan la cabeza y se ponen encima un pañuelo o un gorro. Estos son grupos muy piadosos que realizan una interpretación muy estricta de los preceptos bíblicos.

Cuando estuve en India el año pasado me sorprendía y me recreaba cada domingo leyendo los ‘matrimonials’ un bonito suplemento que aparecía los domingos en todos los periódicos de rigor en el que las familias ponían anuncios para ‘colocar’ al hijo a en cuestión. El gran trauma de este dominical era comprobar como ‘vendían’ al vástago: “Miembro Sij busca a mujer de la misma confesión, blanca, delgada, alta a poder ser ingeniera y con estudios cursados en el extranjero”. ¿Qué mujer con estudios superiores y con una vida hecha en el extranjero volvería a India para casarse?, me preguntaba, ingenua de mí.

Indias, judías o europeas, al final, visto desde la actual retrospectiva no me parece que la realidad sea tan diferente. Lo cierto es que lo único que cambia es el formato. Los matrimonials se vuelven páginas web. La idiosincrasia judía no dista tanto de la europea cuando las mujeres de más de treinta deciden volver al antiguo continente a conseguir el ansiado sueño de formar una familia. Ayer mi amigo Giovanni me dijo que a partir de los 29 “las mujeres se vuelven locas”. En fin, que se ve que me quedan un par de años. ‘Oir’ para creer. Las judías resultan imprescindibles en su comunidad. Las europeas se han pasado la última década haciendo lo que querían. Viajando. Estudiando. Trabajando. Seduciendo, espantándose a los tíos, vaya. “Giovanni, no se vuelven locas, lo que pasa es que siempre ha sido difícil encontrar a un tío a nuestra altura y, con los tiempos de crisis que corren, ahora se necesita emigrar hasta para eso”, pense.


3 comentarios:

  1. si es que... cuándo te hemos recomendado una serie mala?! jajaja
    tranqui Indi que todavía estamos a tiempo! jiji

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  2. Pero como que todavia llegamos a tiempo?? ese no es el mensaje, Vir!!!!

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